I
María se levantó con los primeros rayos del sol. Su
mirada recorrió el pequeño rancho, con pocos bienes materiales, pero que rebosaba
de amor. Sonrió al recordar cómo, la noche anterior, con el José habían sofocado
los gemidos para no despertar a los niños. En un rincón, dormían
sus dos hijos, envueltos en chamarras multicolores. Estaban en plena temporada
de lluvias, el aroma a tierra mojada saturaba el ambiente. Un concierto de gorjeos
amenizaba la mañana. María encendió la leña y calentó frijoles con tortillas
del día anterior. Minutos después, dieron las gracias y desayunaron. Al
terminar, les prometió que estaría de vuelta tres días después.
II
Disimulados en la oscuridad, unas
sombras rodearon el rancherío. Horas
después, espesas columnas de humo salían de los ranchos y se elevaban hacia el
firmamento. Al amanecer los grillos se negaron a saludar la llegada del
sol. Callaron porque temían que sus
cantos revelaran lo que habían presenciado y que los verdugos reaparecieran
para silenciarlos.
III
La lengua húmeda y pegajosa que
recorría su rostro la trajo de vuelta a su soledad. Medio dormida, agitó las
manos para ahuyentar al perro que le mostraba su cariño. Llovía. El frío calaba
hasta los huesos. En el claroscuro del amanecer, decenas de siluetas se alistaban
para otro día de penurias en la selva. Alguien recordó que era el diez de mayo.
El grifo de sus ojos se abrió y entre gemidos lanzó al viento sus lamentos.
¿Por qué Dios no permitió que ella también partiera
con José y sus hijos?
¿Por qué precisamente el día, en que aquella gente sin
corazón arrasó la aldea, ella se encontraba en otro pueblo visitando a la
comadre?
Mientras envolvía los restos de dos tortillas tiesas y
unas yerbas amargas, su único alimento para la jornada, la sorprendieron unas
pataditas en el vientre. Entonces recordó aquella última noche con José y entendió
la razón de sus malestares recientes. Bañada en llanto
comprendió que Dios respondía a sus reclamos y que le estaba enviando una razón para vivir.
Triste y tierno...
ResponderBorrar