Perdí
la cuenta de las veces que noté la amargura, en tu gesto, cuando te despojabas
de la máscara. Hubiera querido estar a tu lado, levantarte el ánimo, recordarte
lo que tenías y que muchos ambicionan para ser felices. En los escasos momentos
que te veía, no llegué a entender el vacío que leía en tu mirada, la depresión
dibujada en tu rostro, ese rostro que solo conmigo mostrabas, nuestro
secreto.
Acabo
de verte así. Me horrorizó la resolución en tu mirada. Grité, quise detenerte cuando
observé que alzabas la mano, el arma que sostenías, esa inspiración profunda,
esa última sonrisa, la seca detonación, cómo te desplomabas y la aureola escarlata
que rodeaba tu inerte cabeza.
Nuestro secreto se
desvaneció con tu último suspiro. Porque al tiempo que tu existencia se
extinguía, acabó también la mía, atrapado acá, detrás del espejo.
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