sábado, 11 de junio de 2016
MASKARADAS: LAS PUERTAS
MASKARADAS: LAS PUERTAS: Sientes la brusca sacudida, el chirrido de la puerta al abrirse. ̶ Con todo el dinero que el gobierno les asigna, por lo menos deberían ...
LAS PUERTAS
Sientes
la brusca sacudida, el chirrido de la puerta al abrirse. ̶ Con todo el dinero que el gobierno les asigna, por lo menos
deberían cambiar ascensores ̶ piensas.
Haces una larga inspiración para calmar tu respiración y sales del
estrecho cubículo. Estás a pocos minutos de ganar
tu primer millón de dólares.
Lejos
queda el recuerdo de aquel niño, que aprovechando
las luces rojas de los semáforos, se acercaba a los vehículos detenidos y ofrecía golosinas o goma de mascar. Sin embargo, algo que tienes presente es el
enojo y la frustración de tu difunta madre, cuando emocionado, abriste la puerta del cuarto para entregarle aquella bolsa que tomaste en un decuido de la conductora. Su
voz, entrecortada por la cólera, ese dedo amenazante cerca de tu cara.
̶
¡Jamás! Escúchame, jamás vuelvas a tomar algo ajeno. Prefiero que muramos de
hambre a convertirnos en ladrones.
Esa
luchadora mujer fue lo mejor que tuviste en la vida. Ella te obligó a estudiar, te
alejó de las tentaciones de la calle y todavía tuvo el gusto de estar en tu graduación de
abogado, antes de sucumbir a los estragos del cáncer.
̶
Si me viera ahora ̶ Suspiras. ̶ Defendiendo a uno de los hombres más ricos del
país. Estarías tan orgullosa mamá, tu hijo lo está logrando.
El
caso te ha consumido muchísimo tiempo, el bufete no ha escatimado esfuerzos. A
pesar de los contundente de las pruebas en contra de tu cliente, apelarán a un
tecnicismo para que no sean aceptadas. Es lo único que tienen, Un mes antes, el
socio director de la firma te llamó a su despacho. Te pidió cerrar la
puerta, te tomó del brazo, sonrió con gesto de complicidad y fue directo al
grano.
̶
Jorge, confiamos en ti. Eres nuestro experto. De ti depende el
destino del señor Zamora. Si ganamos el caso, nos pagará cinco millones y el
veinte por ciento será para ti.
Aunque
tu tarea era blindar el tecnicismo, estudiaste todo el expediente. Leíste las
declaraciones de las víctimas, jovencitas menores de edad raptadas al salir del colegio, los tormentos que pasaron encerradas en ese apartamento con una puerta blindada, propiedad de Industrias Zamora, el dolor que
parecía brotar de sus palabras cuando exigían justicia. En aquellas interminables noches de insomnio,
volvías a escuchar la voz de su madre.
̶
Mijo, nada se compara a vivir con la conciencia tranquila por haber hecho
lo correcto. Ningún dinero del mundo puede compensar eso.
¡Un
millón de dólares antes de cumplir treinta años! La puerta a un mundo que jamás
soñaste, la manera de asegurar tu futuro con Laura. Laura, la hija menor del
jefe, es la dueña de tu corazón. Una muchacha tan encantadora e inteligente pudo
escoger a decenas de candidatos entre su clase social, pero apostó por ti, tu
personalidad, tu irrefrenable deseo de alcanzar el éxito y por qué no, ese
cuidado casi obsesivo que pones en tu arreglo personal. Tal vez tu jefe te
confió el caso para decirte que tienes la puerta abierta para ingresar a su
exclusivo círculo.
Caminas
con paso seguro por el pasillo que conduce a la sala de audiencias. Observas decenas de puertas de madera, unas están abiertas, otras cerradas, como nos ocurre en el recorrido de la vida.
En tu mente repites los argumentos fundamentales de
tu alegato. Estás a veinte pasos de la puerta de la sala en dónde te cubrirás de gloria. cuando
observas a dos mujeres que también se dirigen allá. Parecen madre e hija, en
sus caras se refleja angustia y dolor. La jovencita, que no tendrá más de
dieciséis años, está embarazada. Las dos mujeres te recuerdan a tu
madre, a tu pequeña hermana que murió dando a luz al bebé fruto de una
violación…
Sientes que las luces se apagan. Cuatro
pasos, tres, dos, uno, giras la manija y entras.
Tu
madre se sentirá orgullosa de ti.
viernes, 10 de junio de 2016
CONCIENCIA
I
Roxana vivió sus últimos momentos
intentando ocultarse en aquel oscuro rincón. Observando, paralizada, la fría mirada
de su verdugo y con la amargura de dejar a sus herederos, condenados
al calvario de permanecer escondidos, perseguidos, marginados… Sabía que, tarde
o temprano, serían víctimas de las brigadas de exterminio que operaban con la
complacencia del gobierno. Se encogió y cerró los ojos. Un certero golpe
acabó con sus desgracias.
Su ejecutor, con
gesto de satisfacción, observó los despojos. Entre los amigos, sin el menor
recato, se vanagloriaban en esa macabra competencia de quien liquidaba más marginados.
En pocas horas, al desayunar, criticaría la incapacidad del gobierno para
controlar la violencia.
(Su esposa era algo más que un cómplice. Cuando su voluntad flaqueaba, ella le
alentaba a continuar. Le recordaba que
los maridos de sus amigas también participaban en esas actividades clandestinas.
Ella, que se vanagloriaba de colaborar con varias instituciones de
beneficencia, no dudaba en calificar a los marginados de “peste que debía
aniquilarse”. Pocos imaginaban que, ese profesional de las finanzas, al regresar
a su casa, se convertía en un despiadado asesino.)
II
Roxana vino al
mundo como resultado de un parto múltiple, era como la naturaleza compensaba la
elevada mortalidad que sufrían. Desde pequeña asistió a las reuniones comunales,
que se celebraban en lugares oscuros y a altas horas de la noche. Sus líderes recalcaban las reglas básicas de
sobrevivencia que regían el comportamiento de todos los grupos ocultos en la
ciudad: No dejarse ver, no dejarse oír, no dejar rastro de su presencia. También les inculcaban el principio del bien
común:
̶ Si los
descubren, huyan en dirección contraria a la colonia. Muchos morirán si descubren
nuestros escondites. Hemos sido marcados por un desgraciado destino, tarde o
temprano sufriremos una muerte violenta, procuren que su sacrificio no sea en
vano.
Otra amarga
realidad era que las comunidades sobrevivían en el umbral de la miseria.
(Llamemos a las cosas por su nombre. Robaban, porque
ningún invasor establecía relaciones con ellos, tampoco tenían acceso a los
servicios básicos que proporcionaba el Estado. Los invasores, únicos ciudadanos
reconocidos por la
Constitución , y los clandestinos marginados, convivían en dos
mundos paralelos, cada uno conociendo y repudiando la existencia uno del otro.)
La pequeña
Roxana, Rochy como le llamaban cariñosamente, conservaba un imborrable recuerdo
de su niñez.
Aquella noche se
habían reunido para celebrar el fin de la temporada de lluvias y para conocer a
los miembros de la comunidad nacidos durante el invierno. Al terminar la comida varios jóvenes, Roxana
entre ellos, fueron a conocer los alrededores. Su falta de experiencia, el
jolgorio del grupo y la atracción de lo vedado, se conjugaron en una fórmula
letal. De repente, un estallido de luz
les encegueció. La mayoría se dispersó lejos
de la colonia, pero algunos pequeños olvidaron lo que les habían dicho y
corrieron a buscar la protección de sus padres. A los invasores les bastó con seguirlos,
para descubrir el refugio que con tanto cuidado se había construido. La colonia
fue puesta en alerta máxima y se redobló la vigilancia. Al reaparecer el sol, y
en vista que nada había sucedido, los líderes les ordenaron retirarse a
descansar. Era el momento que Roxana esperaba.
Se escabulló del campamento y se dirigió al lugar que habían visitado la
noche anterior. ̶ Que descuidada fui. Debo encontrarlo. Si mis padres se enteran... Murmuraba
mientras buscaba por el lugar. Unos pesados pasos la obligaron a
esconderse.
El frío de la
muerte la invadió al observar cómo un puñado de enemigos avanzaban con las
caras cubiertas con máscaras. Vestían
uniformes diferentes a los que conocía, se trataba de alguna unidad especial de
exterminio. Estos comandos no portaban armas convencionales, sino pesados tanques
a sus espaldas. Los malditos rodearon la colonia y bloquearon las rutas de
escape. A una señal del comandante giraron
las llaves de los tanques. Un gas blanquecino, certeramente dirigido, comenzó a
difundirse por el área en dónde descansaban sus víctimas. Casi de inmediato, Roxana
comenzó a sentir un insoportable ardor al respirar. Sintiendo que se ahogaba, buscó un lugar ventilado
Las fuerzas le abandonaban, sus debilitadas extremidades apenas lograban
sostenerla. Hubo un momento en que su
cuerpo estuvo a punto de caer al vacío.
̶
¡Es el fin, no puedo más! ̶ Dijo, convencida que ya nada
podría salvarla.
Por fin llegó a
la cima y se desmayó.
Cuando abrió los
ojos, la luz de la luna iluminaba el solitario lugar. Roxana soltó el llanto, su
pequeño cuerpo se convulsionaba de dolor y de miedo. Nada la había preparado para la dureza de lo
que estaba viviendo. Ni siquiera albergaba la esperanza de sepultar a sus seres
queridos pues los enemigos limpiaban concienzudamente el área en dónde cometían
las masacres. Permaneció en el escondite por casi una semana. Al sentir que desfallecía tuvo que escoger, o
moría de sed allá arriba o corría el riesgo de bajar. Hizo un supremo esfuerzo para
vencer el terror y comenzó a descender. Al
llegar a la explanada, se dirigió al que había sido su hogar. Los residuos del gas volvieron a provocarle ardores
y náusea, pero ella había decidido no retroceder.
Al meterse por
el pasadizo que conducía al campamento. ¡Una escalofriante escena la dejó sin
aliento! El cadáver de uno de sus
vecinos yacía petrificado, prendido de una red… Con los ojos anegados en llanto
lo reconoció. Era un anciano al que
todos respetaban, alguien que siempre tenía una palabra amable, un consejo y un
confite para los más jóvenes. Con el corazón hecho pedazos pensó que otras comunidades
más civilizadas le hubieran guardado las consideraciones inherentes a su edad,
pero no sus oponentes. La mejor forma de describir lo que encontró del anciano
era que de él solo quedaba un cascarón tieso. Roxana acarició los restos de una
de sus manos y musitó una palabras, agradeciéndole sus enseñanzas y su
cariño. Ese fue el único cadáver que encontró.
Los invasores habían borrado toda
evidencia de sus atrocidades.
Llegó hasta la
que había sido su casa, que ahora estaba invadida por un pesado silencio. Se acostó, clavó la mirada en el techo y
trató de ordenar sus ideas. Cuando se incorporó, estaba dispuesta a salir
adelante. Estaba convencida que tenía una misión en la vida, ella sería la
responsable de preservar su especie.
En primer lugar,
necesitaba integrarse a otra colonia. Si
seguía vagando sola, sus probabilidades de sobrevivir serían nulas. Luego de
sopesar diferentes opciones, recordó que en las afueras de la ciudad, vivían
unos familiares lejanos y decidió ir a buscarlos. Emprendió su travesía
orientándose por la posición de las estrellas, ocultándose en improvisados refugios
durante el día. Tras caminar varias jornadas divisó, disimulada entre los centenarios
árboles que rodeaban la ciudad, a la colonia que buscaba. Su extraña apariencia
hizo que la recibieran con recelo. Cómo había permanecido escondida casi toda
su vida su tez era más clara que la de sus congéneres del campo quienes, por no
tener que ocultarse, lucían un saludable bronceado.
Roxana estaba en
el florecer de su juventud y la naturaleza había sido generosa con ella. Su agraciada figura provocó más de un suspiro
entre los solteros del lugar. César, el
primogénito del líder de la colonia, un joven de fuerte constitución y mirada
resuelta -un verdadero macho- como comentaban las jóvenes casaderas del lugar, usó
sus influencias para que autorizaran su permanencia. A Roxana tampoco le fueron indiferentes los
encantos del galán.
Luego de un
corto romance, los jóvenes solicitaron permiso para continuar su vida en
pareja. En cuanto lo recibieron, se
trasladaron a la vivienda que él había construido. Con el paso de los días un
tema comenzó a nublar la felicidad del nuevo hogar, contrario a lo que Roxana
ambicionaba, César se mostraba renuente a encargar descendencia. Sus amigos quienes le explicaron la razón.
̶ Él sueña
con ir a la ciudad. Si se llenan de
hijos será más dificil mudarse.
Un día, caminaban
por el bosque cuando César le externó sus ambiciones.
̶ Amor, si queremos
un futuro mejor, debemos buscarlo fuera de aquí. No pongas esa carita. He escuchado historias de las privaciones que
se pasan en la ciudad, sin embargo soy joven, fuerte y decidido. Estoy seguro
que triunfaré. Quiero para mis hijos un destino mejor. No concibo mayor frustración que verlos
crecer siendo campesinos ignorantes y pobres como yo. Con tu experiencia y mi
astucia superaremos cualquier obstáculo. Te ruego que me apoyes. No quiero llegar a viejo sin haberlo
intentado.
Roxana pasó
varios días sintiéndose presa de sentimientos encontrados, finalmente decidió apoyar el sueño de su
marido. Sin embargo, en un desesperado intento por diferir lo inevitable, lo
convenció de buscar acomodo en uno de los nuevos suburbios poco habitados por
los invasores.
Por un tiempo disfrutaron
de tranquilidad y abundancia. César, una
vez cumplidos sus anhelos, se mostró anuente a realizar los de ella. Al poco tiempo Roxana percibió las
inconfundibles señales de su inminente maternidad. Los cuatro retoños colmaron
de felicidad al joven hogar. César asumió con entusiasmo sus nuevas
responsabilidades, multiplicándose para proveer lo necesario para su
familia. Ella permanecía en casa,
cuidando a los pequeños. Aunque prodigaba las mismas atenciones a los cuatro,
no ocultaba su preferencia por Tito, el único varón, quien era el vivo retrato
de su padre.
El tiempo se fue
volando y pronto los críos tuvieron edad suficiente para realizar su primera
excursión nocturna. Al caer la noche, la
familia en pleno salió de su escondrijo.
Las tres jovencitas caminaban detrás de su madre; Tito, al lado de su
padre, exploraba los lugares más alejados. Tuvieron suerte. Esa noche
descubrieron un depósito de provisiones de los invasores. A partir de ese día, Tito acompañó a César en
sus correrías nocturnas, algo que acongojaba a Roxana. La tranquilidad del
hogar se alteraba cada vez que ella le planteaba sus temores a César.
̶ Siempre te
dije que vendría a triunfar. Mira a nuestro muchacho, lo bien que se ha adaptado
a esta vida.
̶ Tienes
razón, pero no se descuiden tanto.
Recuerda que hay ciertas reglas...
̶ ¡Reglas! Dime, ¿acaso las reglas salvaron a tu
familia? La única regla que conozco es
la de luchar por tus sueños. Riesgos siempre ha habido y siempre los habrá. ¿Por
qué no confías en nuestra fuerza y astucia? Los invasores se apropiaron de lo
que nos pertenecía porque les dejamos el camino libre, siempre hemos preferido
escondernos y huir. Si ni nosotros confiamos en nuestras capacidades ¿Quién lo hará?
Una noche, el
emocionado Tito regresó contando cómo, junto a su padre, habían logrado que un
invasor huyera.
̶ Estábamos aprovisionándonos
en aquel depósito que ustedes conocen cuando se encendieron las luces. Un
invasor nos observaba con los ojos bien abiertos. Era un niño y aunque me
aventajaba en tamaño, decidí no mostrarle temor. Comencé a moverme hacia él,
mirándole fijamente, cuando estaba a menos de un metro, tensé mi cuerpo y le
reté a luchar, ¿adivina qué pasó? ¡Salió
corriendo lanzando alaridos! En ese
momento comprobé que la teoría de papá es correcta. Nos explotan porque nos
hemos dejado. Los invasores nos temen tanto o más que nosotros a ellos.
Sus hermanas lo
veían con admiración mientras Tito hinchaba el pecho.
̶ Mamá, si
hubieras visto el terror reflejado en sus ojos, cuando levantaba mis brazos
velludos retándolo a luchar. ¡Fue algo increíble! Con cada paso que daba, él se
cubría los ojos y retrocedía.
̶ Mi amor, estoy
segura que con tu agilidad hubieras tenido un buen chance de vencerlo, pero recuerda
que ese niño estaba desarmado. Ellos cuentan con una tecnología superior, por
eso no nos conviene provocarles.
César intervino.
̶ Jovencito,
escucha los consejos de tu madre y prométenos que no harás locuras.
(Dos días después, sin que Roxana o los suyos se
enteraran, los enmascarados con tanques a la espalda, reaparecieron. Esta vez saturaron de veneno los alrededores
de la bodega de suministros.)
César y Tito
organizaron su incursión semanal. Cuando
estaban despidiéndose, Roxana sintió un desesperado llamado de su corazón: “¡No
los dejes marcharse!”
̶ ¡Por favor
cuídense! Prométanme que retrocederán ante cualquier señal de peligro.
Iba a continuar,
pero la dura mirada de César la detuvo. Ambos se alejaron sonrientes.
Padre e hijo se
colaron por debajo de la puerta y sin perder tiempo, comenzaron a tomar lo que
necesitaban. Pasados algunos minutos, Tito dejó de hurgar entre las cajas… un
profundo silencio le rodeaba. Algo extraño
sucedía. No se escuchaban los ruidos que
debía provocar su padre al estar moviendo las cosas.
̶ Papá
¿estás bien?
Varias veces
repitió la pregunta, sin obtener respuesta.
Entonces, corrió hacia donde lo había visto por última vez: conforme
avanzaba, sentía que la garganta se le iba cerrando. La irreconocible voz de su padre le provocó un
sobresalto.
̶ Tito,
aléjate… Era una trampa.
Estaba tendido
de espaldas, agitaba sus extremidades y era víctima de tremendas convulsiones. Un
torrente de espuma blanca escapaba de su boca.
̶ Tu madre
tenía razón, debimos ser más cuidadosos.
Tito se debatía
entre el dolor de ver a su padre moribundo y la angustia de sentir que también
él comenzaba a sufrir los efectos del veneno.
César, a punto de desfallecer, apenas alcanzó a expresarle su última
voluntad.
̶ Vete de
aquí y no vuelvas nunca a este maldito lugar. A partir de ahora eres el
responsable de la familia, cuida a tu madre y a tus hermanas. Diles que mis
últimos pensamientos fueron para ellas, que me perdonen por haberles
fallado. ¡Vete!
̶ No papá…
̶ ¡Vete!
Tito se alejó
tambaleante, sintiendo un ardor que le quemaba por dentro. A duras penas alcanzó a salir de la bodega, segundos
después sus ojos, cocidos por el ácido, dejaron de orientarle. Sumido en la oscuridad, presa del terror y
totalmente desorientado, vagó en círculos hasta que las fuerzas le abandonaron.
Roxana encontró
su cuerpo casi deshecho al día siguiente.
Conocía muy bien lo que había causado ese daño. Un indescriptible dolor
la desgarraba por dentro, al imaginar el tormento que su idolatrado hijo había
padecido antes de morir. De su esposo no encontró rastro. Regresó a su casa presa de una profunda
depresión.
̶ La
tragedia vuelve a repetirse. Ay naturaleza ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué
permites que tengamos hijos, para que luego los veamos partir de manera
prematura? Perdí a mi Tito, él era la
luz de mi vida. En él cifraba mis esperanzas de perpetuar mi estirpe, ahora
todo acabó. ¿Qué sentido tiene el buscar
otro compañero y ser feliz unos días, si en nuestro destino está escrito que
volveremos a sufrir esto?
Durante varias
semanas solo ansió la la muerte. Un día su dolor tocó fondo y comprendió que la
vida debía continuar, que sus hijas también merecían una oportunidad de ser
felices.
Alentada por
esos pensamientos, recobró los ánimos para retornar a la rutina diaria. Establecieron contacto con otra comunidad y surgieron
pretendientes para sus agraciadas hijas.
III
La noche en que
sucede el desenlace de esta historia, Roxana se vio obligada a salir.
Los vecinos las
habían invitado a comer y ella quería llevarles un obsequio especial. Aunque Rossy,
su hija mayor, no le explicó el motivo, Roxana había notado las intensas
miradas que su princesa cruzaba con el apuesto primogénito de la otra casa.
El tiempo
apremiaba, ella registraba sin mayores precauciones.
̶ Cómo olvidé
el regalo. Son una buena familia. Debemos quedar bien con ellos...
Por un nefasto
designio ella buscaba en el baño de la casa, justo cuando el dueño necesitaba
aliviar su vejiga.
El encuentro fue
inevitable.
Él, para no
despertar a su esposa, caminaba descalzo y a oscuras. Ella, en su loca huída, trepó por su pie. El
roce de las patitas, sobre su piel desnuda, terminó de despertarle. Al aguzar
sus sentidos, él observó a la cucaracha inmóvil en una esquina. Como no encontró
algo que pudiera servirle de arma, salió sigilosamente de allí. En menos de un
minuto regresó con un zapato. Quién sabe
por qué, el bicho seguía en el mismo lugar. Él alzó el brazo, lo dejó caer con
fuerza y se escuchó el crujido del pequeño cuerpo al ser aplastado. Una
blanquecina sustancia se impregnó en la suela. Su esposa, disgustada por el
abrupto despertar, le gritó.
-¡Juan Daniel, ven
a dormir! Deja de armar tanto escándalo por
una simple cuquita.
Y aquí voy, de
regreso a mi cama, acongojado por una interrogante que me impedirá pegar los
ojos por el resto de la noche. Preguntándome si Dios, Creador de la vida,
aprobará lo que acabo de hacer. Si mi última víctima era simplemente una
cucaracha asquerosa, o si como nosotros, habrá tenido una familia, un sueño y
una historia que contar...
domingo, 5 de junio de 2016
CUARTO EN ALQUILER
El día había llegado y no lo esperaba tan pronto. Me
despertaron los ruidos en el cuarto de mi mentora. Medio dormido, caminé hacia
allá y me vi inmerso en un increíble revoltijo. Las gavetas y cajas volcadas en
el suelo, exponían a mis ojos las memorias de los años pasados acá. En la
cara de mi mentora creí ver un gesto de decepción.
– Discúlpame –Dije bajando la cabeza. – No seguí tus
consejos y guardé demasiadas cosas que no me servirán para nada en el viaje de
regreso.
Las instrucciones eran claras. Solo permitían llevar
una pequeña maleta. El desafío era escoger aquello que fuera más valioso. Llamaba
la atención la marca de la maleta: “Enseñanzas”
Más que preocuparme por lo que llevaría, quería dejar
limpio el sitio que me había acogido durante mi estadía. Otro ocuparía mi
lugar , no deseaba que lo encontrara sucio. Era una tarea
titánica. La basura se amontonaba en cada rincón, una materia negra y
pegajosa, era imposible reconocer que la formaba. Como no tenía herramientas
para realizar la tarea, con las manos iba formando pequeños
volcanes que fueron ocupando todo el espacio disponible. Parecía una pesadilla. Cuando parecía que había limpiado un área, minutos después estaba otra vez
repleta de esa sustancia, que se pegaba a mi ropa y a mi piel, haciéndome sentir
cada vez más pesado.
Di un salto al escuchar el timbre. Había llegado la
hora de abandonar el lugar y aún no terminaba. La puerta se abrió, afuera
reinaba la oscuridad. Me veía las manos negras, el volcán de basura, la
maleta sin llenar. Deseaba quedarme, terminar la tarea, me arrepentía de haber
dejado la limpieza para el último momento.
Una corriente comenzó a empujarme hacia la
puerta. Grité, estiré los brazos para asirme a mi mentora, pero fue en vano. Había
llegado el momento. Ya no pertenecía a este lugar.
Viajaría sin enseñanzas e impregnado de la basura que no me había logrado quitar.
Viajaría sin enseñanzas e impregnado de la basura que no me había logrado quitar.
sábado, 4 de junio de 2016
NOSTALGIA
El
llanto, menguado, balbuceante, la vuelve a la realidad. Escucha los latidos de
su corazón, inquieto, dudoso. Su cerebro se conecta a la realidad y extiende la
mano. Es un proceso lento, lleno de temores y esperanzas. Así llega a la parte
de la cama que su cuerpo no ha calentado. Las sábanas frías completan el
círculo de su aflicción. En ese momento se pregunta ¿qué estoy sintiendo? La
respuesta es obvia: Soledad.
Lleva
cuarenta años así. Cuarenta años despertándose al escuchar los reclamos de su
bebé. ¿Cómo estará él ahora? Muchas veces lo ha imaginado. Alto, con el cabello
negro y ondulado de su padre, los ojos luminosos del abuelo, la sonrisa
encantadora de la abuela y el buen corazón de su madre. ¿Será ingeniero,
abogado o doctor? ¿Cuántos nietos le habrá dado? Ella siempre quiso una
parejita, tal vez mellizos, como Andrea y Paola, sus hermanas pequeñas que
también se han marchado.
Veinte
minutos después se encuentra en la cocina. El silbido de la jarrilla sobre la
estufa, le avisa que el agua está lista, dentro de poco degustará la primera
taza de café. Le hubiera encantado que Rolandito lo probara como ella le gusta:
fuerte, caliente y sin azúcar.
Se
mete a bañar, la ducha helada le corta el aliento. A ciegas toma la
bola de jabón de coche para lavarse el cabello y usa la misma
espuma para el resto del cuerpo. Con los ojos cerrados se lava las partes
íntimas, los abre hasta que tiene la toalla enrollada que antes, se sostenía en su busto y que ahora, debe sostener con las manos.
Pasa
la mañana llorando, viendo telenovelas, sufriendo las tragedias ajenas que
alivianan el peso de las suyas.
A mediodía prepara un caldo de albóndigas y
como siempre, pone dos lugares en la mesa. Cuando alguna entrometida vecina le
pregunta, ella responde con seguridad.
̶ Nunca
sé cuándo mi hijo pueda venir a almorzar.
Por
la tarde sale a caminar al parque. Solo necesita cruzar la calle para llegar. Una
tarea cada vez más peligrosa pues los carros pasan volando. Menos mal el
policía de tránsito, vestido de verde perico y al que la mayoría de conductores
insulta, la ayuda a realizar el peligroso cruce.
̶ Dios
te bendiga muchacho. ̶ Le
dice ella ,dándole cariñosas palmadas en la cara.
Lleva
consigo la sempiterna bolsa con migas de pan. Los pajarillos la saludan
gorjeando y pronto bajan de los árboles para aprovechar el festín.
Llega
la noche, el acostumbrado café, la telenovela, la copita de vino para consagrar
que la ayudará a conciliar el sueño, la ilusión de volver a escuchar el llanto
de Rolandito. Se mete a la cama vestida con su camisón de manta. Un ligero
estremecimiento recorre, su cada vez más enjuto cuerpo, al sentir el abrazo de
las frías sábanas. Reza una estación del rosario, lanza un suspiro, deja que
los párpados cubran sus cansados ojos y se prepara para seguir borrando
recuerdos de lo que pudo haber sido y no fue.
jueves, 2 de junio de 2016
AMOR DE MI VIDA
Aún
recuerdo tu cuerpo desnudo apretado contra el mío cuando, entre sollozos, me develabas
aquella amarga confesión:
―Te
amo más que a nada en el mundo, pero esto nunca podrá ser. Mi padre me comprometió
con uno de los nuestros.
A
partir de ese día mi vida perdió sentido. La rabia, que circulaba por mis venas, impidió
que nuevos amores anidaran en mi corazón.
Entré
a la Universidad, me enrolé en el movimiento y canalicé mis frustraciones luchando
contra los malditos opresores que le arrebataban todo, hasta el amor, a los
privados de fortuna como yo. Con el paso de los años, mi reputación transcendió
fronteras. Fue cuando me pidieron ir al Salvador. Allá querían acabar con un
pez gordo, el presidente de la Asociación de Cafetaleros. Habían descubierto
que acostumbraba asistir sin escolta a la sinagoga. Ese desafío me apasionó. Era algo con lo que soñaba. Nadie sospechaba las razones. Luego de analizar el terreno,
montamos el operativo cerca de una rotonda, en donde forzosamente tenía que
frenar. Una compañera, Susana, aceptó atravesarse para simular que la había
atropellado. Todo salió a pedir de boca. Susana cayó al pavimento y comenzó a
fingir convulsiones. Cuando el objetivo bajó a auxiliarla, lo cosimos a
balazos.
Ese
día, nadie sabe la razón, le acompañaba su familia. Lo poco que quedaba de mí,
comenzó a desmoronarse cuando, a través de la puerta abierta del carro, observé
los horrorizados ojos de su esposa. Unos ojos que conocía tan bien. Sin embargo,
como combatiente veterano, recordé la consigna: No podíamos dejar testigos de
nuestras acciones.
Con
mano temblorosa levanté el cañón de mi arma y sentí cómo mi boca se llenaba de
amargura, cuando me despedí de ella.
―Adiós
amor de mi vida.
Última
hora: Un comando subversivo acaba de ultimar al presidente de la Asociación de
Cafetaleros en la rotonda del Salvador del Mundo. Uno de los subversivos
pereció también. Aparentemente se le escapó una ráfaga que lo mató de manera instantánea.
Los paramédicos condujeron a la esposa del empresario a un sanatorio cercano,
pues sufrió un shock nervioso. Las autoridades persiguen al resto del comando de asesinos.
miércoles, 1 de junio de 2016
SOMETHING
En
el ala de oncología del hospital estaba la sección de pacientes terminales. La mayor
preocupación para los que trabajábamos allí, era darles las mayores comodidades
a los reluidos, en sus últimos días sobre la tierra. De todas las historias
que viví, escogí esta para compartir con ustedes.
Antonio
era un practicante de veinticuatro años, alto, de mirada profunda, que estaba
por terminar la carrera. Vanessa era una hermosísima joven que llevaba meses internada
con nosotros. La leucemia había acabado con la rubia cabellera que lucía en la
foto sobre la mesa de noche; sin embargo, irradiaba una luz que emanaba de su
alma. Había quedado huérfana desde pequeña y al cumplir dieciocho años, pasó
del asilo al hospital. Nadie llegaba a visitarla y aunque los estragos de la
enfermedad le acarreaban muchos sufrimientos, ella se empeñaba en ver el lado
amable de la vida. Su dulce voz era como un manantial que refrescaba nuestros
áridos días. Antonio se deleitaba perdiéndose en el diáfano celeste de sus ojos,
pasaba horas a su lado leyéndole historias de amor y podiamos notar que, al
leerle, soñaba que escapaban a otras dimensiones, lejos de la enfermedad y el
dolor.
Ustedes
lo habrán imaginado, Antonio terminó perdidamente enamorado y ella le
correspondió. Todos los del servicio vivíamos ese romance con una mezcla de
alegría y tristeza. Contra todas las probabilidades pensábamos que el amor
sería más grande y que Dios haría el milagro de curarla. Sucedió lo contrario,
el último día que su mirada nos iluminó fue un 29 de enero. A partir de ese momento
ella entró en ese estado que impide saber si una persona está consciente o no,
de lo que sucede a su alrededor. Se nos destrozaba el corazón al observar como
pasaba Antonio sus incontables vigilias, entre lágrimas, suspiros y evocaciones
de lo que pudo haber sido y no fue.
Llegó
febrero, se aproximaba el que sería su único día de San Valentín. Nos intrigaba
observar a Antonio, era evidente que planeaba algo. Unos días antes, se acercó
a dos enfermeras, Yolanda, una joven delgada y alta, y Martita, la mayor del
grupo, gordita y bajita. Cuando les compartió el plan, Yolanda movió la cabeza
en sentido afirmativo, Martita se pasó un pañuelo por sus ojos y lo abrazó.
―Eres
un loco Antonio. Aunque nos despidan, cuenta con nosotros.
El
catorce de febrero, a las ocho de la noche (para evitar que nos vieran las
autoridades o el resto del personal) y con la complicidad de todos los del
servicio, trasladamos a Vanessa a otra habitación, que habíamos transformado en
un dormitorio de ensueño. Martita le puso la bata de encaje que Antonio compró
para la ocasión, Yolanda le aplicó sombra en los ojos y un poco de pintalabios.
Un delicado aroma a rosas perfumaba el ambiente mientras se escuchaban arreglos
instrumentales de los Beatles, su grupo favorito. Desde la puerta de esa
improvisada alcoba, parecía que en el lecho reposaba una princesa de cuento de
hadas. Antonio apareció vestido de esmoquin, en su gesto tranquilo, se notaba
el brillo de sus ojos, por el llanto a penas contenido.
Una
carretilla, cerca de la cama, tenía el equipo que se necesitaba. Antonio se recostó
a su lado y tomó su brazo. Los demás observábamos tratando de pasar
desapercibidos. Él comenzó a hablarle, entre susurros, suspiros y lágrimas le decía
cuánto la amaba y que quería demostrárselo. Yolanda y Martita conectaron el
sistema. En el momento que inició “Something”,
aquel inmortal himno al amor de los genios de Liverpool, contuvimos el aliento
al observar cómo la sangre de él fluía hacia la inerte Vanessa. Todos sabíamos
que sus tipos eran incompatibles, pero en este caso extremo, eso no importaba. Luego
de unos pocos minutos, las mejillas de nuestra adorada princesa recobraron el
rubor, hasta nos pareció ver que sonreía. A una seña del jefe de turno, nos
retiramos para darles un poco de privacidad. Él la tuvo en sus brazos el resto
la noche. Al alba, él apareció. La palidez en su rostro hizo innecesarias las palabras,
ella había partido al más allá.
Tres
semanas después, Antonio terminó su servicio. No volvimos a saber de él. Sin
embargo, luego de tres décadas de aquel suceso, cada vez que llega el catorce
de febrero se comenta su historia y se dice que, ese día, sigue llegando al
lugar en donde reposa el cuerpo de Vanessa, un hombre alto, de mirada profunda
que pone música de los Beatles y que, al escucharse “Something”, una mariposa
blanca asoma entre los árboles y lo rodea ejecutando una delicada danza.
lunes, 30 de mayo de 2016
EL CALLEJÓN DE LOS DOLORES
No
me gusta mentirle a Isabel pero, en ocasiones, el fin justifica los medios.
Estaba seguro que, si le contaba a dónde iríamos con Dany, no nos dejaría salir
de la casa. Ella no olvida aquella
noche, cuando al calor de unos tequilas, se me escapó la historia. No la culpo. Es frustrante luchar contra un
recuerdo, competir contra alguien que jamás envejecerá y que ha quedado
idealizada en la memoria.
Tenía
años de no venir por aquí. La última vez fue cuando murió la hermana de mi
madre, una espigada anciana que jamás expresaba sentimientos y que nunca se
casó. Meses después vendí la casa, asumí un nuevo papel en la vida y sepulté a
aquel niño, que en la flor de la adolescencia, conoció el amor en una
muchachita de grandes ojos cafés.
A
principios de los sesentas, mamá invirtió sus ahorros y solicitó un préstamo para
comprar una derruida casa de principios de siglo, justo detrás de la facultad
de medicina. En la parte que daba a la
avenida, abrió una pequeña despensa. Allí vendíamos ropa interior (para damas,
caballeros y niños), cosméticos, artículos de higiene personal, útiles
escolares y regalos (para toda ocasión). Desde los nueve años, por las tardes,
me convertí en “subgerente” de la despensa. Mientras mamá atendía cosas de la
casa, yo hacía mis tareas sentado en un banco de madera y con mis cuadernos
sobre el mostrador. Me esforzaba por atender a los clientes sin solicitar la
ayuda de mamá y me concentraba en no equivocarme al cobrar.
Una
tarde, cuando tendría unos diez años, me tomaron desprevenido tres bulliciosas
adolescentes. He olvidado el aspecto de dos de ellas, en mi memoria solo quedó
grabada la imagen de la chica alta y delgada, cuyo cuerpo comenzaba a mostrar las
redondeces que atraen a los hombres y que resaltaban debajo de la blusa blanca
y la falda de paletones azul, de su uniforme. Su piel era tersa y sonrosada, al sonreír
mostraba una dentadura perfecta, su dorada cabellera llegaba a los hombros,
pero su rasgo distintivo eran los grandes y luminosos ojos cafés. ¿Para qué voy a negarlo? Fue un amor a
primera vista, alimentado por el beso en la mejilla y las dulces palabras que
me dirigió al despedirse:
̶ Adiós guapito.
Desde
aquel día y por más de cinco años, esperé ansioso su paso frente de la
despensa. Con el paso de los meses se convirtió en una bella joven, rebosante
de vida. Descubrí que vivía a la vuelta, en el callejón, en una de esas viejas
casas hechas de adobe, que solo de milagro se mantenían de pie. Cuando tenía
doce años, cerraron la cuadra para celebrar los quince de mi adorada, con
los ojos llenos de lágrimas escuché la algarabía. Me dolía no haber sido
invitado pero, por otro lado, comprendía que para ella yo solo era el guapito
de la tienda de la esquina, ¿qué chica de quince años se fijaría en un niño de
doce? Tenía quince cuando ella dejó de
pasar por las tardes. Supongo que había comenzado a trabajar. Alguna vez la vi
pasar, pero no me reconoció, yo ya no era
el guapito al que ella encantó un lustro atrás.
Entré
a la facultad de medicina en mil novecientos setenta y tres. Desde niño anhelé
ser médico y mamá me apoyó para perseguir mi sueño. En la madrugada de cuatro
de febrero de mil novecientos setenta y seis dormitaba en el Hospital General,
a dos cuadras de mi casa, cuando sentí una violenta agitación de la tierra,
escuché el estruendo de los vidrios que estallaban y de algunos muros que se
derrumbaban. Con la angustia oprimiendo mi pecho, comprendí que no era uno de
esos temblores, que con regularidad nos sobresaltaban. Mis primeros
pensamientos fueron hacia mamá, que dormía sola en nuestra vieja casa.
Rompiendo los protocolos, escapé del hospital para ir a buscarla.
Por
fortuna, la casa seguía en pie, mamá no había sufrido ningún daño, pero nuestro
callejón estaba irreconocible. Una espesa nube polvo impedía ver más allá de
unos pocos metros. Con el corazón a punto de salírseme del pecho, eché a
correr. Mis temores resultaron acertados. La casa de la muchachita de los
grandes ojos cafés se había desplomado, un silencio aterrador y el aullido de
los perros era lo único que alcancé a escuchar. Como loco comencé a apartar
pedazos de adobe y madera sin saber con exactitud dónde o a quien buscar. En
cuestión de minutos, otras personas se unieron a mis esfuerzos. Cuando el sol
comenzó a iluminarnos, habíamos rescatado cuatro cadáveres, uno era el de ella.
Murió con un bebé en brazos. Nunca sabré si era su hijo o algún hermanito.
La
semana pasada se cumplieron treinta y tres años de aquella tragedia. Tal vez
por eso la soñé y me nació el deseo de regresar al barrio, a este callejón que
tantos dolores trae a mis recuerdos.
Hace
veinte conocí a Isabel, una preciosa chiquilla de grandes ojos cafés que tres
años después se convirtió en mi esposa. Dany es el fruto de nuestro amor. Hoy
tiene diez años, la misma edad que yo tenía cuando la conocí. ¿Saben una cosa?
Jamás supe cómo se llamaba el primer amor de mi vida.
De
pronto me jalaron el brazo. Entonces reparé que, a causa de mis divagaciones,
había olvidado que Dany iba conmigo.
̶ Papi,
tengo hambre. ¿A qué hora regresaremos a la casa?
Con
un nudo en la garganta y los ojos a punto de desbordárseme, le respondí.
̶ Perdóname guapito. Vamos a buscar a mami.
sábado, 28 de mayo de 2016
LEYENDAS DE MI PUEBLO
I
–El tal Juanito
siempre me pareció medio raro. Eso de
andar por el parque arrastrando una correa no es de gente normal.
–Comadre no sea ingrata. El pobrecito venía
condenado desde que nació. Recuerdes a la
nana. Solo alguien bien chiflado pudo meterse
con ella.
–Tiene razón, pero a causa de sus malos pasos todos
vamos a pagar las consecuencias.
–Y qué le vamos a hacer. Todos tenemos parte de culpa. Debimos frenarlo cuando aún era tiempo. Si
supiera la cantidad de veces que fui con el jefe municipal a decirle “Coronel, es
mejor que encierren al Juanito”. Ese abusivo se reía de mí. Arrepentido ha de estar ahora con lo que pasó.
En la mesa de la amplia cocina, se ve una bandeja con
lustrosos chiles pimientos, una olla repleta de carne molida, mezclada con
zanahorias y papas y varias docenas de huevos. En el otro extremo, el fuego de
los leños danza al ritmo de las corrientes de aire que penetran por el ventanal.
Sin embargo, Eulalia y Rosenda, están más interesadas en comentar el suceso que
conmueve al pueblo que en terminar de preparar la comida.
– ¿Cree que lo dejarán preso por lo que hizo?
–Dios la oiga. Tal vez hoy no logró su objetivo, pero
la próxima vez no fallará.
– ¡Ave María purísima! ¿Sabe que a mí, el Juanito
me da lástima. Parece alma en pena vagando por las calles. A veces me dan ganas
de llevármelo para la casa, lo que necesita es alguien que le de su comidita, lo
mantenga limpito y lo apapache. ¿Ha visto sus ojitos? Son puros de niño dios, ¿y
la boquita? Esos labios dan ganas de comérselos.
–Cuidado comadre.
Dios nos libre y usted acaba enredada con ese muchachito.
– ¿Cómo va a creer? Si hasta mi hijo podría ser.
–Cuidado comadre, conmigo no se haga la santita. Luego
de quince años de viudez no va a negarme que a veces el cuerpo necesita algo
que la llene.
– ¡Comadre!
–No se sulfure. Se lo digo porque usted todavía se
ve galana. Dicen que los años afectan menos a las que no han vivido con un
hombre que las esté jodiendo.
–Dios se lo pague comadre, hoy si que me hizo el
día. A usted no se le escapa nada. Le confieso que a veces me agarran unas
calenturas… Cuando sucede, recuerdo el juramento que le hice al Esteban antes
de entregarlo a la madre tierra, “mi canche, juro que te seré fiel hasta la
muerte”, me echo varios guacalazos de agua helada y me pongo a rezar el rosario,
le pido al Señor que me dé fuerzas para resistir a las tentaciones. Si no es suficiente, me encierro en el cuarto,
cierro los ojos y me sobo hasta que me viene el alivio.
Eulalia abre los ojos asombrada, tose varias veces
y agita las manos como queriendo ahuyentar una invisible plaga de mosquitos.
– ¿Sabe qué? Paremos de tantos detalles. Mejor nos
apuramos. ¿Ya vio qué hora es? Apenas llevamos una docena de chiles… a ese paso
nunca vamos a terminar.
II
En el techo de una improvisada oficina en el húmedo
sótano del palacio municipal, pende un bombillo presa de constantes
desvanecimientos. Sobre el viejo escritorio
se ven dos botellas de aguardiente vacías. El cadencioso tictac de un reloj
acompaña la agitada respiración del hombre moreno, fornido y de fría mirada,
que sentado en una ruidosa silla no para de sudar a mares. Es Albino Zelaya,
jefe de seguridad de la presidencia, quien rumia su preocupación.
Lo que sucedió va a costarme la cabeza. Llevamos ocho años cuidando al general y el
sistema jamás había fallado. Hice el recorrido dos días antes, pregunté a lo
sinformantes si se sabía de algún peligro, coloqué hombres en puntos estratégicos.
¡Y esta mierda se cagó en todo! Lo peor es que apenas agarramos a un patojo, un
cómplice o encubridor, el mero ejecutor se escapó. Quería darle una paliza a
ese tal Juanito para ver si confesaba, pero algo me detuvo. Tal vez fueron sus
ojos, como de venado asustado, que no apartaba de mí o porque al verlo tan
enclenque, temí que con el primer golpe se iba al otro mundo.
El general no ha querido darme audiencia, es mala
señal. Solo la Andrea
y el Haroldo han estado con él. Esa maldita colombiana alborota las hormonas de
todos. Se ha hueveado un dineral, pero nadie se mete con ella porque es la querida
del general. Solo que él ignora que a otros también les da el chiquito. En el
caso de Haroldo, es al único al que le temo. Ninguna decisión importante se
toma sin su consentimiento y no tiene escrúpulos para despacharse a los que se
oponen a sus planes.
Me costó aguantarme las carcajadas cuando el
general rodó por el suelo. Menos mal que
nadie se dio cuenta. Al ver su cara ensangrentada, pensé que le habían volado los
sesos, solo se había reventado la trompa al caer. Lo encontré tirado en el
suelo y no paraba de temblar. Aproveché ese momento para desquitarme de las
veces que me ha humillado en público. Le zampé un par de cachimbazos y le dije “tranquilizate
hijo de puta”. Ojalá lo haya olvidado, porque si no, me llevó la chingada. Apenas llegó el Haroldo, lo cubrieron con mantas
y lo metieron a la limosina.
No sé que hacer. Si digo que Juanito es el responsable,
me tildarán de estúpido. Lo agarramos porque unas mujeres del pueblo lo
acusaron. Solo logramos sacarle una palabra: Duque. Ni idea tenemos de lo que significa.
La puerta, al abrirse, le provocó un sobresalto.
–Mi comandante.
Lamento informarle que el reo se nos fue.
III
El desasosiego se dibujaba en el rostro de aquella
hermosa mujer, de ojos violáceos, nacarada piel y voluptuosas formas, apenas cubiertas
por una traslúcida bata.
Al principio, cuando dijeron que había muerto, sentí
un gran alivio. Solo así podré librarme de él. Al rato me preocupé, porque estoy
segura que cuando él desaparezca, todos los que me odian buscarán desquitarse.
Caminó con la gracia de una pantera hasta el
balcón y observó el lugar del atentado. Algunas personas seguían comentando el
suceso.
Mi única salvación sería que Peláez fuera su
sucesor, aunque con él tengo dos problemas. Está casado y es un completo
idiota. Con el primero puedo lidiar. En
cuanto a lo otro, llegó a comandante del ejército, porque a Federico no le
gusta tener a gente inteligente cerca. Lo más seguro es, que si Federico
desaparece, el repugnante Saldaña tomará el poder. ¡Ni en la peor de mis
pesadillas me acostaría con él. A menos que me dieran el oro que guardan en el
Banco Central. ¡Ay no! ¡Qué asco!
IV
Haroldo Saldaña, el Secretario de Seguridad del
Gobierno, protegía sus ojos con unos lentes redondos y de gruesa armazón, vestía
un ajado traje negro y caminaba como fiera enjaulada en una habitación cercana
a la de Andrea.
¿Convendrá seguir con el cuento del atentado? En su momento pensé que era una buena opción
para ganar tiempo, ahora tendré que pensar en otras. No quiero involucrar a los
subversivos, sería hacerles propaganda gratis. ¿Estará Peláez detrás de esto? Lo
dudo. Ese gordinflón es un grandísimo idiota, le faltan huevos para algo así. A
menos que alguien lo hubiera convencido de hacerlo para alcanzar el poder y solo
una persona podría haberlo hecho… ¡Andrea! ¡Puta maldita! Hace tiempo debió desaparecer
de mi vista, no quise quitarla del camino porque el general está embobado con
ella. La desgraciada, con tal de
asegurar su posición, se ha acostado con todos… menos conmigo. A mí solo me entrega su indiferencia. No imagina
que podría regalarle la luna y las estrellas a cambio de unas migajas de su
amor. ¡La odio! Algún día descubrirá lo que estaba cultivando con sus
desprecios. Cuando no tenga la protección del general y venga de rodillas
implorando misericordia, la obligaré a besarme los pies, luego me daré el
placer de estrangularla con mis manos. Se despedirá de este mundo llevándose grabada
la imagen del que realmente mandaba aquí, arrepentida de haberme tratado así.
Sus reflexiones se vieron interrumpidas por voces
y carreras en la calle. Al abrir el
balcón, vio que mucha gente se dirigía a la cárcel.
V
–Miren muchá, si es una broma les prometo que van
a arrepentirse.
–Te juro Gato que es cierto. Adán, uno de los
nuestros, estaba visitando a su familia y fue testigo del asunto.
– ¿Y por qué ningún medio ha dado la noticia?
–Sabés que el gobierno los tiene controlados.
–Decile a ese Adán que venga.
Casi de inmediato un jovencito, que no aparentaba más
de diecisiete años y cuyo esquelético cuerpo era absorbido por la inmensidad del
uniforme, se asomó a la puerta.
–Ordene comandante.
–Compañero, cuénteme qué pasó con el general.
–Sí señor. Como estaba de franco decidí visitar a
mis padres justo en el día cuando el señor presidente… perdón señor, el odiado dictador,
pasaría por el pueblo. Para serle sincero, no vi el accidente. Solo sé que se
cayó de la moto cuando estaba atravesando el parque. Lo levantaron medio
inconsciente, con la cara toda ensangrentada y de inmediato lo llevaron al
hospital. Entiendo que aún sigue allí.
– ¿Sabe si tomaron alguna represalia en contra de la
población?
–No señor. Aunque
dicen que capturaron a un sospechoso.
–Gracias compañero. Puede retirarse.
– ¡A la orden mi comandante!
El otrora capitán de infantería, Augusto Escudero,
encendió un cigarrillo. Reflexionó unos
minutos y llamó a los miembros de su estado mayor.
–He decidido emitir un comunicado haciéndonos responsables
por el atentado contra el dictador.
– ¿Te has vuelto loco? Ni siquiera sabemos si en realidad fue un
atentado. En cuanto lo hagamos, el ejército
lanzará una ofensiva contra nosotros para lavarse la cara.
–Precisamente eso es lo que estoy buscando.
Los demás le miraron asombrados.
–Levantaremos el campamento de inmediato, antes
del amanecer estaremos al otro lado de la frontera. Cuando el ejército ataque, ni sombras encontrarán
de nosotros.
–Si hacemos eso matarán a la gente que vive acá… Masacrarán muchos inocentes…
–Es una lástima, pero así son las cosas. El fuego
de la revolución se alimenta con las víctimas de la represión. En su sangre,
sangre de mártires, mojaremos los estandartes de nuestra lucha. Estoy seguro que, si el ejército ataca,
terminará con las dudas de los demás pueblos y se nos unirán. Cuando
triunfemos, levantaremos un santuario para recordar el sacrificio de nuestros amados
compañeros.
El comandante se puso de pie y comenzó a preparar
su armamento.
–Queda poco tiempo. Quiero que partamos en media
hora. Voy a dictar el boletín. Búsquenme
a Arturo.
A los pocos minutos un guerrillero, que fácilmente
pudiera haber sido confundido con un sacerdote, asomó la cabeza.
– ¿Me llamaste Gato?
–Sí vos, por favor tomá nota:
“El heroico frente guerrillero Ernesto Guevara a
los compañeros proletarios del mundo orgullosamente informa que, luego de una
ardua tarea de inteligencia logró infiltrar los organismos de seguridad de la
tiranía y montó un operativo de justicia revolucionaria contra el dictador, el cual
fue consumado hoy…”
Al amanecer la columna se alejaba rumbo a México. Al
anochecer solo quedaban restos quemados de aquel pueblo.
VI
Se nos ordenó mantener vigilancia permanente sobre
el prisionero para evitar un bochorno. En cuanto Albino se entere, pagaré el
descuido con mi pellejo.
El alcaide abrió la puerta del pequeño despacho y
se dirigió a las celdas. O el pueblo era muy pequeño, o las noticias corrían
muy rápido.
En su camino se encontró con Albino y con el padre
Granados, párroco del pueblo. Al llegar ante las celdas, los guardias les
franquearon el paso. Las sorprendidas
miradas de los tres se dirigieron al piso del lugar. El sacerdote se persignó y comenzó una
oración.
VII
Dos meses después
–Lo siento mi coronel pero esto se ha vuelto
insoportable. Vengo a presentarle mi
renuncia, estoy a punto de volverme loco. Con la de anoche van tres veces. La
primera vez callé porque estaba tomado y pensé que había sido fruto de mi
imaginación. La segunda estaba
reponiéndome de una gripe y como todavía tenía mucha fiebre, pensé que había
sido una alucinación, pero anoche estaba completamente sobrio y completamente
sano.
El jefe municipal, un hombre en cuyo pálido
semblante estaban grabados los excesos de más de cuatro décadas, echó la silla
hacia atrás y colocando las manos sobre la barriga, esbozó una sonrisa burlona.
–Cálmese Eliseo.
Cuénteme lo que pasó.
–Disculpe señor pero no me atrevo a hacerlo. Solo
de recordarlo se me pone la piel de gallina. Allí sucede algo sobrenatural. Le suplico que me deje largarme.
– ¡No me diga que usted también cree en ese cuento
del Juanito y su perro!
Los ojos del guardián del parque parecían a punto
de escapar de sus órbitas. Se puso de pie, tomó el sombrero y se abalanzó
contra la puerta.
– ¡Me voy!
¡Este pueblo está maldito!
– ¡Eliseo!
¡Eliseo deténgase! ¡Es una orden!
El aterrorizado hombre salió corriendo del
despacho. Segundos después se escuchó un chirrido de frenos, un golpe seco y un
inconfundible grito de agonía.
VIII
El atentado y sus secuelas
Todos los días Juanito el simple paseaba por el
parque. Las chismosas del pueblo sonreían nerviosas al ver al “loquito”
arrastrando una raída correa. Juanito trataba de explicarles, en su indescifrable
lenguaje, que estaba paseando a Duque, su perro invisible.
Aquel día todos comentaban con emoción el gran
suceso ¡El presidente pasaría por allí en su visita al Santuario de la Virgen
Negra!
Por fin llegó el día esperado.
Era una mañana soleada y los vecinos esperaban en
las aceras para vitorear el paso del “protector
de la patria”. El general atravesaba la calle que dividía el parque cuando
perdió el control de su Harley y rodó por el suelo. Parecía un accidente, pero un
rumor comenzó a cobrar fuerza: ¡Había sido un atentado! Las chismosas del pueblo fueron con el jefe de
seguridad a señalar al responsable: Juanito.
El Juanito, descalzo, mugriento, con su eterna sonrisa
desdentada y sus agujereados pantalones que le llegaban a los tobillos, paseaba
por el parque arrastrando su correa, cuando dos malencarados policías lo
detuvieron. Fue a dar a la cárcel acusado de atentar contra la vida del
presidente. Su estadía en prisión no pasó de una noche. Al siguiente amanecer los
guardias encontraron su cuerpo frío, tieso, acurrucado en una esquina de la
celda.
Algo inexplicable ocurre, desde entonces, en aquel
poblado de sinuosas callejuelas y casas de adobe y teja que reposa al pie de
dos majestuosos volcanes: Cada vez que un aterrado vecino asegura que ha visto a
una figura espectral paseándose por los senderos del parque acompañado de un enorme
perro blanco… A los pocos días fallece una de las chismosas del pueblo.
sábado, 21 de mayo de 2016
AMNESIA
24
de enero Despertaste en este lugar, oscuro y húmedo,
no recuerdas quién eres, que has hecho
hasta ahora, cómo llegaste acá. ni siquiera
reconoces tu cuerpo. Te sientes pequeño, solo, indefenso.
Comentan los medios:
Las
estadísticas muestran que el número de secuestros va en aumento. Los
esfuerzos por desarticular a las bandas, son
desalentadores. El Ministro de
Gobernación indicó que no cuentan con los recursos para lograr los resultados
que la población exige. El director de
la Policía Nacional agregó que la falta de colaboración de las familias de los
plagiados, dificulta resolver los casos. Los jueces reciben presiones y
amenazas para que liberen a los sindicados de secuestro. Una agencia privada de
investigación reveló que las autoridades cuentan con evidencias concretas de la
estructura y modo de operación de las bandas, pero se ignora por que no actúan
contra ellos. El país ocupa el segundo lugar a nivel mundial en número de secuestros. Las cárceles no ofrecen seguridad, el año
pasado se fugaron varios individuos condenados por secuestradores. Muchas
víctimas de secuestro no se presentan a declarar en los juicios. Un siquiatra
indicó que es para no revivir los traumas del cautiverio y para evitar
represalias. La última encuesta sobre problemas nacionales colocó la falta de
seguridad, por encima de los asuntos económicos, de salud o educación.”
24 de febrero
Los días transcurren, pasas la mayor
parte del tiempo durmiendo, a veces escuchas voces, pero no reconoces las
palabras. Te sientes muy débil, tu único objetivo es sobrevivir.
Comentan los expertos:
Las
bandas de secuestradores se organizan en células independientes, nadie conoce a
todos los miembros de la organización. Generalmente
un grupo investiga a la víctima potencial, sus rutinas, sus medios económicos.
Otros conforman el comando que se encargará de su captura, está el grupo que lo
custodiará y los negociadores. Las
bandas mejor organizadas, cuentan con otros elementos de apoyo que proporcionan
vehículos, armas y en algunos casos, uniformes, También cuentan con infiltrados
en la Policía, el Ministerio Público y los Bancos. Toda la organización responde a un líder, nadie
lo conoce, pero sus órdenes se siguen al pie de la letra. Ningún movimiento se da sin que él lo apruebe.
El líder decide en qué momento se cierra la negociación del rescate, cómo se
distribuye el dinero obtenido y aquellos casos cuando la víctima es
eliminada. Los líderes seidentifican
con grados militares: el Comandante, el
Mayor, el Coronel, lo que no significa que hayan pasado por el ejército. La disciplina dentro
de la banda es total, las faltas que ponen en peligro a la seguridad del grupo,
se castigan con la muerte. Los contactos
con la víctima se mantienen al mínimo para eliminar la posibilidad de identificación, incluso la voz se disfraza. Existe una infraestructura logística
detrás de la operación. Los sitios de reclusión se construyen en lugares en
donde pasen desapercibidos, se busca que tengan varias rutas de escape. Muchas
veces, al secuestrado lo tienen en oscuros subterráneos con accesos disimulados. Se ha sabido que algunas bandas, para controlar mejor
a sus víctimas, les dan sedantes en la comida.
24 de marzo Gradualmente
te vas acostumbrado al lugar, a su oscuridad y su silencio, a tu soledad y tu silencio. Sin
embargo, tu cerebro ha comenzado a activarse.
Una de tus distracciones favoritas es tratar de adivinar qué pasa
afuera, sin embargo cuentas con pocos indicios.
Como tus recuerdos son muy vagos, ignoras si estás mejor o peor que antes; vas
acumulando muchas preguntas sin respuesta ¿por qué estás aquí? ¿Por qué la soledad y el silencio? ¿Pasarás así el resto de tu vida?
Comentan los expertos:
El
tiempo promedio del cautiverio es de cuarenta días, todo depende de la fluidez
en la negociación. Normalmente, el contacto inicial con la familia se realiza
dentro de las veinticuatro horas siguientes. En esta primera llamada, el
negociador proporciona un seudónimo de
identificación. Es una comunicación
corta, concreta e intimidante. Se les amenaza con eliminar al secuestrado si no cumplen
las condiciones o si se avisa a la policía y fijan la fecha y hora de la
siguiente llamada. La negociación es una guerra sicológica. Los secuestradores
no llaman a las horas pactadas para crear ansiedad en la familia. Piden sumas
irracionalmente altas y amenazan constantemente con ajusticiar a la víctima. La contraparte debe mantener la calma, no
perder de vista el objetivo final: la liberación del secuestrado sin que sufra daños físicos. Lo recomendable es dejar la negociación en manos de
expertos. Existen grupos especializados en esos procesos. Estos
grupos conocen la manera de operación de las diferentes bandas, el método del secuestro y de la reclusión de la víctima, la voz y el estilo del negociador, si son de los grupos que mutilan a sus víctimas para forzar el pago, etc. Se recomienda que, en cada conversación, se exija una prueba de vida.
Contrario a lo que pudiera pensarse, las fotos y las cintas grabadas, no
son concluyentes. Deben ir acompañadas de respuestas a preguntas personales
concretas y sorpresivas, eso obliga a los secuestradores a conservar al secuestrado
con vida y en uso de sus facultades.
Se ha sabido de casos en los que, ya sea por la violencia del secuestro
o por el shock emocional que esto causa, la víctima pierde la memoria, lo que puede complicar la negociación. El tiempo corre en contra de los secuestradores
y ellos lo saben. Si el proceso se prolonga demasiado, no dudan en eliminar a la
víctima y ejecutar otro secuestro.
24 de abril Decubriste que el
control de tu mente es la clave para sobrevivir en esta situación. Pero, en qué puedes concentrar tus
pensamientos, si los recuerdos fueron borrados de tu memoria. Al no haber nada externo que te de una clave,
inicias el proceso de buscar las respuestas dentro de ti.
Comentan los sicólogos:
No
todos se sobreponen a la experiencia del secuestro de la misma manera. Estudios
sobre el comportamiento de los sobrevivientes en los campos de concentración
nazis, concluyen que la clave para no sucumbir al trauma de años de reclusión y
vejaciones, está en controlar los pensamientos negativos, en buscar una razón
para la existencia. Una manera de lograrlo es, visualizarse fuera de su
prisión, revivir momentos agradables, hacer planes para el futuro. Varios sobrevivientes ejecutaron con éxito los planes que desarrollaron durante su cautiverio. Cuentan
lo difícil que era enfrentarse a las tácticas de los captores, quienes
intentaban destruir la moral de sus víctimas, haciéndoles creer que a nadie le
importaba su suerte, que hasta su Dios los había abandonado. Como no hay manera
de establecer comunicación con el exterior, el prisionero solo puede recurrir a
la fuerza de su fe.
24 de mayo Continuas
vivo, alguien cuida de ti. A través de
las paredes has escuchado su voz. Hay algo en su tono que te da la seguridad de
que, estando ella presente, no te harán daño.
Comentan los expertos:
En
muchos casos, las bandas son grupos familiares. Las mujeres realizan las
labores domésticas tradicionales, aunque a menudo se les asignan otros roles, sirven de
correos, proporcionan la pantalla para cubrir los movimientos de la banda, inlcuso
participan en actividades operativas. Se conocen al menos dos casos,
en que el jefe de la banda era una mujer. Eso confirma que, hasta en el crimen organizado, las mujeres están tomando posiciones de liderazgo.
24 de junio No
todo es tan malo. Sigues vivo. Contrario a lo que pudiera pensarse, te sientes
cada vez más fuerte. Para ser sincero, acá no has tenido
experiencias desagradables. Te da la
impresión que allá afuera, las cosas son más complicadas. Comienzas a
sentir un vínculo especial con quien te cuida.
Comentan los expertos:
El Síndrome de Estocolmo es algo que las víctimas de secuestro desarrollan con
sus captores, los sentimientos se transforman, se crean lazos de amistad, el
secuestrado llega a simpatizar con las razones que mueven a los secuestradores.
Son casos difíciles de
manejar. Luego de la liberación, el secuestrado debe pasar por un proceso de
desprogramación, a menudo con resultados negativos. Hay casos en
los que las víctimas muestran un convencimiento cercano al fanatismo, para
defender sus recién adquiridas ideas. Una persona así, es un pésimo testigo cuando se busca la condena de los secuestradores.
24 de julio La ausencia de
recuerdos o contactos y la búsqueda de respuestas en tu interior, te llevan a
concluir que todo responde a cierto orden y que el mismo debe respetarse. En algún momento pensaste en usar la fuerza para
acelerar tu salida, luego concluiste que ese no es el camino, que la violencia
solo engendra violencia. Entonces, una inmensa sensación de paz inundó tu ser.
Artículo encontrado en Google:
Extracto
de un manuscrito, de la Edad Media, recién descubierto:
Hace mil años se dijo
que si un hombre tuviera la fe del tamaño de un grano de mostaza, podría mover
montañas. Eso no se logra con la fuerza o el poder. El hombre
debe abandonar su orgullo y ponerse en manos del Supremo Creador. Que su vida
sea una prueba de aquella oración “hágase Tu voluntad”, así
las infinitas fuerzas del universo se concentrarán en su favor y los imposibles
se harán realidad.
La
fe y el egoísmo, son como el agua y el aceite, no pueden mezclarse. Todos pertenecemos a una humanidad, tenemos
el mismo Padre. Este Padre, nos ama a todos por igual. Lo que damos, será lo
que recibiremos. La energía positiva circula, se potencia. Cada uno recibe más de lo que dio. Los recursos del universo están a nuestra
disposición, si los empleamos para el bien hacer.
24 de agosto
Comentan los medios:
Ayer
se llevó a cabo un operativo para desarticular varias bandas de
secuestradores. Gracias a las labores de
inteligencia, se ubicaron cuatro de las gavillas más peligrosas y en una acción
sorpresiva, se logró la captura de treinta y dos sospechosos y se incautó una
gran cantidad de evidencia (fotografías, grabaciones, cuentas bancarias, armas,
uniformes, etc.), que servirán para lograr su condena. El Ministro de Gobernación, y la Fiscal
General, convocaron a una conferencia de prensa en donde dieron detalles del
operativo. También informaron que, al tomar por asalto una de los refugios, los delincuentes al verse
perdidos, se inmolaron con varias cargas explosivas. Además de los cadáveres de cinco
secuestradores, se localizaron los cadáveres de un profesional y de un niño,
que permanecían secuestrados.
Comentan los expertos:
Aunque
esta operación fue exitosa, no se
desarticularon las bandas, varios de los jefes lograron escapar, hay otros
secuestrados y se teme por sus vidas.
24 de
septiembre
Un destello súbito invade el recinto en que te encuentras y recibes este
mensaje.
Que todos tienen una misión que cumplir y por eso se les envía, que algunos
al salir, la olvidan y pasan ese breve intervalo del viaje, sin aportar nada a la evolución humana. Por eso, deberán volver y volver, hasta
que lleven a cabo su misión. Que ha llegado
tu turno. Se te pide obedecer la ley universal del amor, la manifestación más
pura de la presencia de Dios. Que Dios
no está en un ritual, un libro o un lugar, Dios es todo, está en todo y
dentro de todos. Que al crearnos, nos
dio la libertad de elegir, pero que cada uno decide si sigue el camino correcto y debe hacerse responsable de su decisión.
Que
el hombre, en su pretensión de convertirse en Dios, está destruyendo el lugar
que Él nos dio para vivir en armonía, que la intolerancia humana ha bañado la
tierra con la sangre de aquellos hermanos cuya única falta ha sido que piensan
diferente. Pero que Dios, en cada
amanecer, nos da una nueva oportunidad de reencontrarnos con Él. Que hay muchos caminos para llegar a Él, que
a todos nos toca el peregrinaje, algunos caminos son tortuosos y arduos, pero todos comparten un solo y glorioso destino final.
Que tu alma necesitaba volver a cobijarse en algo puro e inocente, como un niño, para que te recordaran estas verdades. Que al salir de aquí encontrarás muchos desafíos, te estarán esperando aquellos que olvidaron la misión y que ahora defienden el orden establecido por el egoísmo y el consumismo, ellos usan el poder para aprovecharse de sus hermanos y buscarán ganarte a su causa, porque cada alma que regresa, es una amenaza para el imperio material y egoista que han creado. Que perseveres, que Dios está contigo, que eres un mensajero de la nueva era con la misión de ayudar a los habitantes del mundo a cambiar.
Ahora estás preparado, todo depende de ti..
Que tu alma necesitaba volver a cobijarse en algo puro e inocente, como un niño, para que te recordaran estas verdades. Que al salir de aquí encontrarás muchos desafíos, te estarán esperando aquellos que olvidaron la misión y que ahora defienden el orden establecido por el egoísmo y el consumismo, ellos usan el poder para aprovecharse de sus hermanos y buscarán ganarte a su causa, porque cada alma que regresa, es una amenaza para el imperio material y egoista que han creado. Que perseveres, que Dios está contigo, que eres un mensajero de la nueva era con la misión de ayudar a los habitantes del mundo a cambiar.
Ahora estás preparado, todo depende de ti..
24 de octubre
̶ ¿A
dónde me llevan?
Sabes
que la hora de abandonar el refugio ha llegado. Cierras los ojos, empuñas las
manos, sientes que te ahogas, te empujan por un túnel estrecho, una luz te
ciega, escuchas voces alteradas, te golpean. Sabías que el camino sería duro,
pero no esperabas que fuera así desde el inicio. Lo único que puedes hacer es
llorar.
Tranquilízate, toda transformación, todo cambio, requiere un esfuerzo. Abre los ojos. Esta etapa del viaje ha concluido bien.
̶ Señora, es un hermoso niño, abrácelo por favor.
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