Aún
recuerdo tu cuerpo desnudo apretado contra el mío cuando, entre sollozos, me develabas
aquella amarga confesión:
―Te
amo más que a nada en el mundo, pero esto nunca podrá ser. Mi padre me comprometió
con uno de los nuestros.
A
partir de ese día mi vida perdió sentido. La rabia, que circulaba por mis venas, impidió
que nuevos amores anidaran en mi corazón.
Entré
a la Universidad, me enrolé en el movimiento y canalicé mis frustraciones luchando
contra los malditos opresores que le arrebataban todo, hasta el amor, a los
privados de fortuna como yo. Con el paso de los años, mi reputación transcendió
fronteras. Fue cuando me pidieron ir al Salvador. Allá querían acabar con un
pez gordo, el presidente de la Asociación de Cafetaleros. Habían descubierto
que acostumbraba asistir sin escolta a la sinagoga. Ese desafío me apasionó. Era algo con lo que soñaba. Nadie sospechaba las razones. Luego de analizar el terreno,
montamos el operativo cerca de una rotonda, en donde forzosamente tenía que
frenar. Una compañera, Susana, aceptó atravesarse para simular que la había
atropellado. Todo salió a pedir de boca. Susana cayó al pavimento y comenzó a
fingir convulsiones. Cuando el objetivo bajó a auxiliarla, lo cosimos a
balazos.
Ese
día, nadie sabe la razón, le acompañaba su familia. Lo poco que quedaba de mí,
comenzó a desmoronarse cuando, a través de la puerta abierta del carro, observé
los horrorizados ojos de su esposa. Unos ojos que conocía tan bien. Sin embargo,
como combatiente veterano, recordé la consigna: No podíamos dejar testigos de
nuestras acciones.
Con
mano temblorosa levanté el cañón de mi arma y sentí cómo mi boca se llenaba de
amargura, cuando me despedí de ella.
―Adiós
amor de mi vida.
Última
hora: Un comando subversivo acaba de ultimar al presidente de la Asociación de
Cafetaleros en la rotonda del Salvador del Mundo. Uno de los subversivos
pereció también. Aparentemente se le escapó una ráfaga que lo mató de manera instantánea.
Los paramédicos condujeron a la esposa del empresario a un sanatorio cercano,
pues sufrió un shock nervioso. Las autoridades persiguen al resto del comando de asesinos.
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