El día había llegado y no lo esperaba tan pronto. Me
despertaron los ruidos en el cuarto de mi mentora. Medio dormido, caminé hacia
allá y me vi inmerso en un increíble revoltijo. Las gavetas y cajas volcadas en
el suelo, exponían a mis ojos las memorias de los años pasados acá. En la
cara de mi mentora creí ver un gesto de decepción.
– Discúlpame –Dije bajando la cabeza. – No seguí tus
consejos y guardé demasiadas cosas que no me servirán para nada en el viaje de
regreso.
Las instrucciones eran claras. Solo permitían llevar
una pequeña maleta. El desafío era escoger aquello que fuera más valioso. Llamaba
la atención la marca de la maleta: “Enseñanzas”
Más que preocuparme por lo que llevaría, quería dejar
limpio el sitio que me había acogido durante mi estadía. Otro ocuparía mi
lugar , no deseaba que lo encontrara sucio. Era una tarea
titánica. La basura se amontonaba en cada rincón, una materia negra y
pegajosa, era imposible reconocer que la formaba. Como no tenía herramientas
para realizar la tarea, con las manos iba formando pequeños
volcanes que fueron ocupando todo el espacio disponible. Parecía una pesadilla. Cuando parecía que había limpiado un área, minutos después estaba otra vez
repleta de esa sustancia, que se pegaba a mi ropa y a mi piel, haciéndome sentir
cada vez más pesado.
Di un salto al escuchar el timbre. Había llegado la
hora de abandonar el lugar y aún no terminaba. La puerta se abrió, afuera
reinaba la oscuridad. Me veía las manos negras, el volcán de basura, la
maleta sin llenar. Deseaba quedarme, terminar la tarea, me arrepentía de haber
dejado la limpieza para el último momento.
Una corriente comenzó a empujarme hacia la
puerta. Grité, estiré los brazos para asirme a mi mentora, pero fue en vano. Había
llegado el momento. Ya no pertenecía a este lugar.
Viajaría sin enseñanzas e impregnado de la basura que no me había logrado quitar.
Viajaría sin enseñanzas e impregnado de la basura que no me había logrado quitar.
Profunda lección.
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